El viaje de ida se hizo bastante ameno con la música de un tal Loquillo mientras se degustaba tranquilamente unos buñuelos con chocolate. Posteriormente se procedería a los churros y se rebañó con ansiedad la última gota de ron que quedaba en todo el bus.

Tras el descanso parece que el fuerte chapetón de agua caído desde el cielo espabiló a los jugadores que reaccionaron bien logrando el empate y poniendo tablas en un marcador que se quedaría inmóvil hasta el final.
Tras la comilona en una estación de servicio en la que no faltó de nada, incluso ni los chatillos de vino para contrarrestar el frío, abandonamos la provincia sevillana para volver a casa. Destacar las anécdotas protagonizadas por el de siempre, bautizado en el viaje como “Boy abderitan” de las cuales solo tendremos recuerdo los presentes.
¡Hasta la próxima!
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